martes, 10 de agosto de 2010

martes, 8 de diciembre de 2009

Ejercicio

Escogimos una palabra al azar, “estafa”, y escribimos cinco minutos:

Ángela

Muchas veces ha sucedido. Crees que no te volverá a pasar, que después de ésta aprendiste la lección, la pérdida y el dolor es grande, los años van pasando, la prevención es la constante compañía, ya estás advertida, alerta, pero qué va… Aún así, vuelves a caer, vuelven a estafarte, simplemente… te vuelves a enamorar… Caray, qué gran trampa, taparse los ojos, negar la razón, el corazón palpita tantas veces como lo veas a él, con éste no te pasará nada, jamás te engañarán.

***

Laura Sofía

Yo no sé, ya no soy. Me engaño constantemente entre el humo que se aleja de mi boca para cruzar la calle. Vaya que eres una farsa, hija de nadie. Deleite absurdo y superfluo, búsqueda inagotable. Pasan las horas, los días, y aún intento rescatar la última gota que se perdió entre las líneas del piso… asfalto débil, impotencia. Finalmente, llegas pretendiendo desconocerme, pero yo tengo algo que decirte… es voluntario el intento por escapar de tu vida a través de mi negación.

***

Sonia

Te prometieron un trabajo y te piden a cambio un desayuno con caldo, chocolate, huevos revueltos y pan con queso.

Te dijeron que pertenecía a la realeza y la pobre dama, al final, era una más de la lista de hampones.

Te prometieron punta de anca y al final te sirvieron sobrebarriga.

Te prometieron una patria nueva y te entregaron el mismo nido de ratas con el que tuviste tantas pesadillas.

Te juraron una vida entera y te dejaron tus limpiones y una cafetera bajo la cama.

¡Te entregaron una fina chaqueta de cuero! Y cuando abriste el paquete, encontraste el olor nauseabundo de la cobija de un indigente.

¿Qué sabes?

***

Andrea

Estafa I

Película desierta. “Dos mentiras en ese título”. Plata quemada. Una noche con un buen hombre. Dos amigas beben vino. Otra noche, con el mismo hombre. Varias preguntas. Dos desiertos. Tiempo.

Estafa II

El pan de la abuela en el horno se quema, mientras sus nietos revuelcan la cama nupcial. Pasos en las escaleras. El abuelo, deteniendo en el umbral, carraspea. Francisco y Juliana se miran a los ojos sin que surja el deseo de abrirse. La abuela sube la aguadepanela y el roscón de la tarde, y queda a las espaldas del abuelo inmóvil.

Estafa III

Pajaritos. Muñequitas. El paraíso de los sordos y, aún más, de los mudos. Hecatombe grita el periódico. Todos vamos a las oficinas. Apagan la luz a las siete.

***

Nadia

Estafarse a uno mismo llenándose de pensamientos sobre lo que debería ser y dejar de ser. No he hecho esto, no he sido lo otro, he dejado de vivir, no conozco el Polo sur. No he sentido el rojo del atardecer en las pestañas. Quizás no me conozca. Nadar en lagos congelados, pisar desiertos abandonados.

***

Catalina

Ella estafa a todos, todo el tiempo, en todos lados.
Cuando nos encontramos, estafadoras profesionales, la lucha es intensa.
Ayer me dio un beso sin lengua. Hoy hicimos el amor, pero no me dejó terminar. Me dice que no veamos en la tarde, y al otro día llega a las cinco y se va a las seis porque ya es de noche.
Yo le digo que la voy a llamar y la llamo cuando no puede contestar. Le prometo invitaciones a cine, y le propongo una película que no le gusta.
“Esta lucha no tiene fin. Yo quisiera amarla, con un amor clisé, temblar esperando, con taquicardia, enferma de tanto querer. Yo quisiera, pero estoy seca.”


Luego soltamos la tinta mirando una fotografía:


Ángela

Nieve. Materia blanca sobre el techo de mi casa, adornando mi bella Navidad como adorna la espuma mi caliente chocolate.
Acaban de llegar mis hermanas y “chips”, el perro. Los regalos no son muchos, pero no importa.
Está nevando y lo demás no importa. Las galletas están listas, las fresas no se han acabado y alguien se comió las papas fritas. Alrededor de la mesa, las sonrisas se enmarcan.
La música no puede faltar y mucho menos ese intenso…

***

Laura Sofía

Se hunde. La huella sobre la nieve se expande, revela la caída de aquel hombre que llevaba la culpa sobre sus espaldas. Las hojas fueron cómplices de la tarde y el cielo se iluminó en el segundo paso. Sigue caminando, no te rindas… faltan pocos metros para llegar a casa; descargar es el fin, pero también el inicio de una nueva culpa que cargarás cuando decidas marcharte de nuevo.

***

Sonia

Si, ya sé.
Esta es la casa de tus sueños,
donde dos pequeñas,
vestidas como bailarinas,
te dirán lo mucho que quieren
que les cuentes un cuento
de esos que te dejan con la tripas revueltas.

Esta es la casa donde no estará el pintor
que alguna vez imaginamos como tu esposo,
la casa donde pensarás en la danza
como alimento espiritual, golosina,
acaso refugio para tu corazón,
blanco más no blando.

Te pondrás un suéter tan grueso
como los tapetes de la casa.
Acabarás con los Kent No. 8 de la región,
tendrás el pelo tan largo como siempre
y la mirada ansiosa de más nieve.

Así eres tú.

***

Nadia

Camino por la nieve, ya las hojas secas no crujen bajo mis pies, el cielo está despejado, los árboles se fueron vaciando, desocupando, desnudando. Las capas de frío me petrifican. Hay un desierto alrededor, un desierto congelado, plano infinito en el que no quiero perderme. Si pudiera flotar en él, nadaría a través de las sombras, me clavaría desde un techo blanco.

***

Catalina

Iba en un bus por la carretera, a Holanda. Portugueses, chilenos, mexicanos, nosotros, la nieve en la ventana. Me golpeó suavemente. La imaginaba más algodonada, más blanca. Al llegar, me quité los guantes y sumergí la mano. Abrí la boca y tragué.
Es bonita la nieve.

lunes, 22 de junio de 2009

CADÁVER EXQUISITO 2- CREACIÓN INDIVIDUAL.

LA SOLEDAD

Nadia:

Todo está oscuro, son las tres de la madrugada. Estoy despierta. No sé si no me he dormido o en realidad me he despertado hace poco. Es de noche, siento angustia. Hay demasiado silencio, sólo escucho ansiedades profundas.

***

Laura:

Poco a poco fue víctima de un ardor que provenía de su abdomen; sus entrañas la consumieron, ahí, en el centro… En ese instante se perdió su vida, todo se vio acumulado en un ombligo sin forma, aquel succionador del olvido, un pequeño hueco de escape que le recordaba lo insignificante que podía llegar a ser su existencia… Se sintió absorbido desde el centro, como desde la primera vez que olvidaron su nombre y la última vez que fue pronunciado… Lo peor es que no termina, pasa en cada momento, cuando siente que su mirada no se cruza con otra.

***

Ángela:

“La soledad es un pájaro grande multicolor…” Mientras tarareaba la canción de Pablo Milanés golpearon a la puerta. ¿Quién es? pregunté viendo una sombra detrás, ¿quién es? volví a preguntar pero nadie respondió.
La perilla comenzó a moverse. Estaban forcejeando la puerta desde afuera, un humo con olor a amoniaco empezó a entrar por la rendija. Cogí el teléfono para pedir ayuda pero no tenía tono, corrí hacia la ventana pero extrañamente estaban atascadas.

***

Catalina:

La única fruta del árbol
La noche en silencio
Las sillas vacías de la plaza del pueblo
La mente inescrutable
Cada minuto que pasa
El lápiz que reposa sobre la mesa
El viento en el desierto
Una rama flotando en el mar
Yo
Y todos.

Muchas veces la soledad es una postura falsa. Una máscara de aquellos a quienes se les dificulta el trato con los otros por egoístas, por malhumorados, quién sabe.
Ella era así. Decía que estaba condenada, que todos la abandonaban. Yo no la dejé, entonces ella tuvo que completar su sentencia.

***


Andrea:

1) Soledad de acera: pasan y pasan mientras veo los calcetines y la piel.
2) Soledad de recámara: escuchar un latido desbocado y contar las pulsaciones por segundo.
3) Soledad de anís: terminar la botella y hablar con tu amiga imaginaria.
4) Soledad quita: dejar caer el agua mientras decides sentarte en la ducha.
5) Soledad imaginada: un desierto. Una llovizna. Un vaso sobre la mesa. Una postal en la almohada sin firma.
6) Soledad cronometrada: Fin.

***

Sonia:

Un aire suave de canela ronda la casa.
El teléfono
La tele
El ladrido
¡No!
Pagaría un recibo mensual por derecho a la soledad,
Una suma mensual garantizada a un dios confiable y honrado.
Por fin
Entrar a un cuarto sin zumbidos
Nada de ruido, ni olores.
Me gusto. Me gusto.
Sólo con mi autorización.
¿Cuántas veces podré hacerlo?
¿Hasta cuándo?
Mis manos andan,
Mi cabeza arranca,
Salen del letargo.
Arrojo los teléfonos desde mi ventana,
También la tele, un perro vecino.
No quiero nadie-nada
Un lunar pequeño en el tiempo.
Me gusta mi adicción
Coca cola light y ausencias múltiples
El verbo extrañar.
Yo
La silla
La página
Mi pelo recogido.

lunes, 8 de junio de 2009

CADÁVER EXQUISITO NÚMERO UNO

Rasguña las nubes, no dejes de intentarlo… hay un hombre que quiere tu cabello mientras acaricia la almohada. Perdida en un cielo extraño, intentas capturar el deseo y recordar aquellos tiempos. No dudas en remembrar su perfume, su cálido aliento, la forma en la que te mira. Sin embargo, sientes temor ¿De qué? Quizás quisieras volver al mismo punto en el que te quedaste.
Observas las nubes y miras cómo lentamente va arrancando una a una las hebras marchitas de tu cabeza. Ese dolor te gusta. Sonríes cuando hala cada hebra de tu pelo. Sale larga y te desenreda, volviéndote un simple retazo sin forma de tu ser para costura de un hombre.
Te levantas desnuda y al mirarte en el espejo te descubres calva y desecha. Vas a la cocina. Ese hombre se ha quedado solo y acaricia la almohada, hay algo allí abajo, oculto. Tienes que averiguarlo.
Vuelves a la habitación. Él ya no está. Se ha esfumado. Ha dejado sus plumas esparcidas sobre las sábanas. Sobresalen por su blanco marfil, por ser brillantes.
No entiendes lo que pasa, siempre han dicho que ellos son asexuados. Sientes temor de buscar bajo la cabecera. Qué podría haber, ¿la aureola que ha perdido?, ¿una sentencia firmada por el Altísimo?
Buscas debajo de la cama. No sabes por qué, si no hay nada allí. Eres incapaz de levantarte y dejar de observar la oscuridad, el vacío… el espacio que grita ser ocupado. Al otro lado, una pluma: larga, blanca. Quieres llegar a ella, podrías levantarte, pero te arrastras a la oscuridad con la espalda pegada al suelo.
Te preguntas para qué, para qué pararte. B. B. King te consiente con uno de sus acordes de blues. Sacas una cerveza de la nevera y te tragas el humo de los cigarros. Le preguntas si ya se va, viendo su prisa para marcharse. Su actitud es distante. La postura de “yo nunca tuve sexo contigo” te da risa.
Lo dejas ir. Alrededor está tu pelo regado por toda la habitación. Quizás te duele el recuerdo de su mirada, pero ves al lado, ahí sigue la almohada intacta.